La actual coyuntura macroeconómica global nos plantea un dilema sobre si la próxima fase del ciclo es una recesión en toda regla o un aterrizaje más suave. Para ello, vamos a fijarnos cómo se están comportando los mercados y lo que nos dice la curva de tipos.
En cuanto al primer aspecto parece claro que el mejor comportamiento de los sectores defensivos nos muestran el camino hacia un contracción económica. Veamos cómo se han comportado los diferentes sectores en las últimas semanas y meses.


El comportamiento de los últimos seis meses nos alerta de la aversión al riesgo. Y ahora, lo comparamos con lo que nos dicen los estudiosos del ciclo económico como Martin Pring.

Hay varios indicadores macro que nos alertan de una probable recesión dada la inflación y la obligación de los bancos centrales de preservar el valor de la moneda, lo que conducirá a una subida brusca de los tipos de interés.
El indicador de sentimiento de Michigan ya nos muestra signos de ralentización económica, así como el sentimiento de los inversores −cargados de pesimismo−. Hay quienes sostienen que la Reserva Federal va a pinchar las burbujas de las bolsas.
Pero la estrella de los indicadores es la curva de tipos y su aplanamiento. Las curvas de rendimiento invertidas ocurren cuando los bonos con vencimientos más cortos se negocian con rendimientos más altos que los de los bonos con vencimientos más largos. Los inversores están dispuestos a aceptar rendimientos relativos más bajos en bonos de mayor vencimiento si creen que los tipos de interés caerán en el futuro debido a un menor crecimiento económico.
Un estudio de la Reserva Federal de 2018 mostró que el tiempo de espera entre la inversión de la curva de rendimiento y el comienzo de una recesión osciló entre 6 y 24 meses. Pero hay tantas curvas como queramos. Así que el dilema se traslada a los plazos elegidos para trazar la pendiente de la curva.
El profesor de Duke, Campbell Harvey, quien fue el primero en documentar las curvas de rendimiento invertidas como un indicador de recesión, comparó el rendimiento de la letra del Tesoro a tres meses con el rendimiento de las letras a cinco y diez años, en lugar de la tan manida dos-diez años. En el sector financiero la primera es la más decisiva.
La Reserva Federal no suele tener éxito el logar aterrizajes suaves frente a las recesiones y creo, personalmente, que tantas expectativas de subidas de tipos no se materializarán en un mercado inmobiliario en el que la hipotecas a treinta años ya están por encima del 5%.
Una relajación de los problemas de la cadena de suministro, que se espera que ocurra este año, combinada con una mayor producción de petróleo y el fin de la guerra podrían ayudar a aliviar las presiones inflacionarias.
¿Se equivoca el mercado o nos equivocamos nosotros?
El mercado se equivoca en el corto plazo y nosotros debemos evitar equivocarnos en el largo plazo.
Muchos inversores han perdido una gran cantidad de dinero por confiar demasiado en su capacidad para predecir lo que va a suceder. No hay que caer en las tentaciones de cambios radicales en las carteras y ahora que algunas tecnológicas valen la mitad o la cuarta parte de lo que valían hace unos meses, vale la pena echarles un vistazo por si los tipos no suben lo que el mercado predice hoy en día.