Mientras el resto del mundo vuelve a la normalidad tras la pandemia, China se mueve a contracorriente. La respuesta política al COVID sigue haciendo mella en la economía y en las cadenas de suministro mundiales. A corto plazo, no auguramos cambios en sus políticas y es probable que la renta variable del país continúe bajo presión.

China ha sido tajante al mantener su estrategia “cero COVID”. Aunque este enfoque tuvo éxito en las primeras fases de la pandemia, ahora les está resultando más complicado al tratarse de la variante Ómicron, más transmisible. Existen varias razones por las que China es reacia a cambiar el enfoque. En primer lugar, han confiado únicamente en las vacunas investigadas a nivel nacional que utilizan tecnologías tradicionales menos eficaces contra Ómicron, en comparación con las vacunas de ARNm. China ha optado por esperar a que se desarrollen sus propias vacunas de ARNm, en lugar de utilizar las alternativas occidentales ya disponibles, pero, todavía, no hay garantía de que éstas tengan éxito. Por otro lado, las tasas de vacunación son generalmente bajas, sobre todo entre los grupos de mayor edad, donde existe una mayor aversión cultural a las mismas, y porque el éxito del enfoque “COVID cero” creó una sensación de seguridad que redujo el riesgo percibido de no vacunarse. Tan solo el 50% de las personas mayores de 80 años han recibido más de dos dosis de la vacuna. Además, el sistema sanitario chino, especialmente en lo que respecta a las emergencias, está menos desarrollado que en muchos otros países del mundo y se vería rápidamente desbordado si la transmisión del virus no se controlara. La experiencia de Hong Kong en los dos últimos meses, donde las autoridades acabaron perdiendo el control de la transmisión del virus, es un punto de referencia útil, ya que comparte muchas similitudes con la China continental. Los casos de Ómicron crecieron rápidamente durante febrero y alcanzaron su punto máximo a principios de marzo, y Hong Kong pasó de tener una de las tasas de mortalidad por COVID más bajas del mundo a una de las más altas. Esta situación se está reproduciendo en Shangai, y Pekín, por lo que parece lógico suponer que todas las grandes ciudades chinas son vulnerables.
Esto deja al presidente Xi Xinpeng en una posición muy incómoda, tras haber invertido mucho por el enfoque “COVID Cero” para derrotar al virus al estilo chino. De hecho, el gobierno declaró formalmente la “victoria” sobre COVID en mayo de 2020. Es probable que la pérdida de control provoque un aumento del número de muertes. Sin embargo, la población china, que siempre ha estado dispuesta a sacrificar la libertad individual, está empezando a luchar contra esta política hasta el punto de que los censores de los medios de comunicación chinos son incapaces de silenciarla. El presidente Xi Xinpeng se ha centrado en su prevista reelección durante el 20º Congreso Nacional del Partido Comunista Chino y es probable que su política actual apoye esta situación. Por lo tanto, es posible que la situación actual de la COVID se mantenga durante el resto de este año, a menos que se produzca una pérdida de control, como se ha puesto de manifiesto en Hong Kong.
Desde el punto de vista económico, todo esto tiene un coste y los riesgos a corto plazo son mayores ahora que en las primeras fases de la pandemia. Al principio, la economía estaba relativamente protegida y se beneficiaba de la oleada de apoyo fiscal y monetario a nivel mundial que se destinaba a la compra de productos manufactureros chinos. A medida que el resto del mundo vuelve a la normalidad, la historia de la demanda global se está desplazando hacia los servicios, en lugar de a los productos chinos. A nivel mundial, los bancos centrales están endureciendo sus políticas para eliminar la política acomodaticia de la era COVID, exactamente en el momento en que China tiene que relajar su política para apoyar su economía interna. Esto está ejerciendo una presión a la baja sobre el Renminbi a medida que se revierten algunos de los flujos de dinero que llegaron a China.
Todo ello hizo que inicialmente el mercado de renta variable chino sorteara bien la pandemia con la bolsa de Shanghái subiendo con fuerza durante 2020 hasta la aparición de la variante Ómicron a finales del año pasado. Sin embargo, el mercado ha descendido casi un 24% desde máximos, en comparación con el descenso del 11% de lo mercados de renta variable mundiales durante el mismo periodo. Nuestras participaciones actuales, entre las que se encuentran Alibaba y Tencent, se han visto afectadas negativamente por una mayor regulación de la economía digital en China de forma más significativa que por COVID. Por lo que las valoraciones son ahora muy atractivas y recientemente hemos aprovechado para aumentar algunas posiciones. Actualmente, tenemos una visión positiva sobre la economía digital china, el consumo doméstico y las firmas tecnologías alternativas centradas en la transición mundial hacia el abandono de los combustibles fósiles. En muchos casos, aunque las valoraciones han mejorado con las caídas del mercado bursátil, no están en niveles convincentes. Es probable que, si la situación del COVID no mejora a corto plazo, el mercado siga bajo presión. El gobierno tratará de apoyar la economía, pero hay límites a lo que se puede hacer cuando grandes sectores de su economía están bloqueados. Esto podría suponer una atractiva oportunidad de compra para posicionarse en la era post COVID de China.