El crecimiento de los activos que siguen criterios de responsabilidad social, medioambiental y de gobernanza es imparable; el camino que va a seguir esta tendencia ya está marcado y en un plazo de tiempo muy corto todos los activos gestionados van a ser ESG. Es decir, el futuro de la inversión será 100% ESG.

De acuerdo con nuestra última encuesta ESG de 2019, siete de cada 10 de los inversores particulares quieren que sus inversiones estén alineadas con sus valores personales. Como consumidores, el 60% se inclinan por comprar productos de compañías que estén alineadas con sus valores personales y, en un porcentaje similar, por evitar los productos de aquellas compañías que no. En definitiva, desde el punto de vista de la demanda, ya hay una base clara y real. Y un 60% de los profesionales de la inversión está convencido de que se puede lograr alfa invirtiendo en ESG.
Incertidumbres sobre ESG
Una de las labores de pedagogía en la que es necesario incidir es la de despejar ciertas incertidumbres lógicas que hay en relación con la ESG. En primer lugar, conviene destacar que en términos de costes, de comisiones, no hay ningún plus añadido por la sostenibilidad. Los fondos sostenibles no son más caros que los que no lo son tienen el mismo coste. En lo que se refiere a la rentabilidad, los fondos ESG han demostrado que ofrecen la misma rentabilidad o incluso más en muchas categorías y al mismo tiempo, nuestro estudio ESG Fund Universe in Spain pone de manifiesto que las carteras ESG ofrecen mayor diversificación y una relación más óptima entre rentabilidad y riesgo asumido (ratio de Sharpe). Por lo tanto, hablamos de generar alfa y mitigar riesgos, es decir los dos lados de la ecuación riesgo/retorno.
Desde el ámbito corporativo, las empresas están aplicando cada vez más los criterios de sostenibilidad en su operativa, se ve como una ventaja competitiva, como una fuente de crecimiento. Las gestoras de fondos tenemos aquí una labor muy importante. En un principio, la inversión con criterios ESG se enfocaba desde un punto de vista discriminatorio, es decir, penalizando a las empresas no cumplidoras, desinvirtiendo o no invirtiendo en ellas. Sin embargo, nuestra aproximación se basa ahora más en el diálogo con las empresas. Es una demanda que también percibimos por parte de los clientes, más que una especie de sanción, lo que buscan es que la ESG pueda “marca la diferencia” en la vida empresarial, contribuyendo a una mejor gestión de los riesgos y solución de los problemas, sin olvidar que incluso la empresa más sostenible que haya necesita ser rentable, tanto para atraer financiación como para garantizar su viabilidad.
Inversión de impacto
No es de extrañar por tanto que el estilo de inversiones de impacto, invertir en compañías que tienen como objetivo resolver problemas sociales y medioambientales, es uno de los que está experimentado un mayor crecimiento. En los próximos años veremos más avances en esta línea, estamos convencidos que la incorporación de los criterios ESG terminará siendo una práctica habitual en toda la industria de la inversión. La introducción a partir del año 2021 de la etiqueta eco-label en los productos financieros distribuidos en la UE constituirá un hito decisivo en este sentido.