Tras la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de EE. UU, Nancy Pelosi, a Taiwán y las agresivas respuestas de China no creemos que esta sucesión de acontecimientos presagie necesariamente un conflicto inmediato en la región, ya que Pekín parece haber optado por dar una respuesta cuidadosamente calibrada en lugar de arriesgadas operaciones militares destinadas a alterar físicamente la visita de Pelosi. Sin embargo, a largo plazo, los inversores probablemente tendrán que hacer frente a un riesgo elevado de desacoplamiento acelerado e incluso a un posible enfrentamiento directo entre China y Estados Unidos.

Tras la confirmación de la visita de Pelosi a Taiwán, China anunció la realización de simulacros de “fuego real” en seis zonas que rodean la isla principal de Taiwán y las cerró a los aviones y barcos civiles durante el período de cuatro días. Al parecer, China también ha comenzado hoy otro tipo de ejercicios militares y ha impuesto una serie de restricciones económicas, como la prohibición de importar cítricos y pescado de Taiwán.
En nuestra opinión, Pekín tiene evidentes motivos para poner a prueba de manera agresiva los límites de las reivindicaciones territoriales marítimas de Taiwán y las zonas de identificación de defensa aérea (ADIZ) en un futuro próximo. La Casa Blanca afirma que esta visita no representa ningún cambio en la política estadounidense de “una sola China”. No obstante, sospechamos que será bastante difícil cambiar la creciente percepción de Pekín de que la visita forma parte de la estrategia a largo plazo de sus homólogos estadounidenses para acabar con los compromisos existentes que sustentan la relación bilateral de ambos países. También existe un fuerte incentivo para que Pekín impida las visitas de los líderes legislativos de otros países del G7 y tome represalias públicas contra la negativa de Pelosi a tener en cuenta sus severas advertencias públicas y las sensibilidades del calendario político. Es inevitable que la respuesta de China represente un avance con respecto a la que llevó a cabo durante la Tercera Crisis del Estrecho de Taiwán de 1995-1996.
Teniendo en cuenta estos hechos y consideraciones, podemos plantear tres posibles escenarios para la tensión entre Estados Unidos y China sobre Taiwán en los próximos 3 y 5 años:
- Escenario A (el más probable): El escenario más probable sería un ejercicio militar puntual de 1 a 2 años de duración (o más corto) en torno a Taiwán, que provocaría interrupciones intermitentes de los flujos comerciales a través del Estrecho de Taiwán y de las aguas y espacios aéreos de las inmediaciones, sin que se produjera ningún enfrentamiento militar directo importante entre China y Taiwán o entre China y Estados Unidos. Este escenario, similar al modelo de la Tercera Crisis del Estrecho de Taiwán, pero más agresivo en su magnitud, minimizaría el riesgo de sanciones occidentales para China y también ofrecería un grado de flexibilidad estratégica sobre los resultados de las elecciones de 2024 en EE.UU. y Taiwán o cualquier nuevo entendimiento estratégico mutuo en el período intermedio. Los costes para la economía mundial consistirían en una alteración adicional de las cadenas de suministro mundiales, el riesgo de un cambio repentino hacia una confrontación más peligrosa y la aceleración del desacoplamiento entre China y Estados Unidos. El statu quo estratégico general se mantendría, aunque las perspectivas a largo plazo seguirían siendo muy inciertas. Los mercados se enfrentarían a episodios de volatilidad de acuerdo con la evolución de la percepción del riesgo de confrontación directa para EE.UU y China.
- Escenario B (menos probable): El escenario menos probable (y más peligroso) sería el impulso deliberado de China hacia una “cuarentena” o incluso un bloqueo de Taiwán, en el que China decidiera quién entra en la zona que la rodea. La diferencia entre la cuarentena y el bloqueo sería que en la primera se permitirían la mayoría de los intercambios y flujos comerciales, salvo los casos que Pekín considere inapropiados. En cualquiera de los dos casos, Taiwán se vería fuertemente motivado a desafiar el intento militarmente y EE.UU. y sus aliados responderían con sanciones u operaciones militares, incluso con el riesgo de una confrontación militar directa con China. Por ejemplo, el intento de China de controlar el flujo de armas estadounidenses o las exportaciones de energía a Taiwán podría ser desafiado por las fuerzas de Taiwán, que podrían considerar que no tienen nada que perder. En este escenario, las interrupciones de las cadenas de suministro globales serían mucho más significativas que el escenario de un simulacro militar puntual y prolongado, y el duro desacoplamiento entre EE. UU y China estaría casi asegurado, dado el alcance del cambio de sentimiento decisivo en Occidente.
- Escenario C (todavía extremadamente improbable pero no despreciable): El escenario menos probable pero más peligroso sería un rápido declive hacia una “guerra caliente” entre EE. UU y China en torno al Estrecho, con este último intentando el control político total de Taiwán por medios militares. Este escenario provocaría una gran repercusión en toda la economía mundial, ya que probablemente conduciría a la bifurcación completa de las cadenas de suministro mundiales y al colapso del marco de gobernanza multilateral.
Es posible que se produzcan diferentes configuraciones de resultados debido al alto nivel de incertidumbre sobre los comportamientos tanto de EE. UU. como de China, pero creemos que en última instancia convergerán hacia uno de los tres escenarios mencionados a medio plazo. Ni que decir tiene que un simulacro militar extremadamente corto seguido de un enfrentamiento principalmente verbal entre los dos países sería el mejor resultado.
En conclusión, seguimos pensando que una “guerra caliente” en el estrecho de Taiwán es poco probable a medio plazo, aunque las respuestas de China a la visita de Pelosi abren la puerta a una escalada más significativa en este sentido. Si el statu quo estratégico puede mantenerse a pesar de las interrupciones en el comercio, el impacto en la economía mundial podría ser algo más manejable, aunque todavía negativo. Los daños colaterales del aumento de la tensión en Taiwán podrían ser retrocesos en las discusiones entre EE.UU. y China sobre la reversión de los aranceles y la eliminación de las empresas chinas de los mercados estadounidenses, así como la restricción de las sanciones secundarias con respecto a Rusia. Es probable que estos reveses, relativamente modestos, ya estén descontados en los mercados.