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Análisis del sector energético: su evolución en 2022 y las perspectivas para 2023
Inversión ESG

Análisis del sector energético: su evolución en 2022 y las perspectivas para 2023

A pesar de que el mercado ha caído más de un 20% este año, la energía sigue subiendo. El sector sigue siendo el más rentable en la renta variable mundial por segundo año consecutivo, con una subida del 30% en 2022.
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22 DIC, 2022

Por Federated Hermes

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Tres expertos del sector analizan el sector energético: Martin Todd, gestor de carteras de renta variable global y sostenible, examina las buenas rentabilidades que ha experimentado el sector este año y qué se puede esperar de cara a 2023. Por otro lado, Mitch Reznick, director de renta fija sostenible, analiza la tendencia al alza de los bonos verdes y de sostenibilidad no renovables, que han pasado del 10 al 62% en tres años. Por último, Perry Noble, director de infraestructuras, examina cómo están respondiendo los inversores a los modelos de precios y cómo reaccionan negativamente ante la incertidumbre política.

Martin Todd, gestor de carteras de renta variable global y sostenible

A pesar de que el mercado ha caído más de un 20% este año, la energía sigue subiendo. El sector sigue siendo el más rentable en la renta variable mundial por segundo año consecutivo, con una subida del 30% en 2022. 

Impulsada por las preocupaciones en torno a la seguridad energética con el actual conflicto en Ucrania y la demanda sostenida por la reapertura post-Covid, la energía no sólo está creando divergencias en el rendimiento del mercado, sino también valor. Con notables mejoras de los beneficios, la energía sigue siendo el sector más barato del Estándar de Clasificación de la Industria Global (GICS), que cotiza con un beneficio previsto de 8 veces y una rentabilidad por dividendo esperada superior al 4%. 

Como dice el refrán, la cura para los precios altos son los precios altos, tanto para reducir la demanda como para atraer nueva oferta, ya que los nuevos operadores compiten por unos beneficios por encima de la media. En el noroeste de Europa, BloombergNEF prevé una caída de la demanda del 17% este invierno frente a la media de 2016-2020. Sin embargo, la oferta también es limitada y es probable que el recorte de producción de la OPEP de octubre apuntale los precios, para disgusto de Estados Unidos

En 2023, esperamos que los costes generales de las energías renovables sigan disminuyendo y que el desarrollo de la energía solar y eólica se acelere. Sin embargo, la dependencia de los combustibles fósiles en el mix energético mundial no podrá evitarse, ya que aumentará hasta el 82%, frente al 81% en 2021. Y lo que es más preocupante, la energía procedente del carbón ha alcanzado niveles récord en 2022 (AIE), ya que la seguridad energética ha primado sobre la descarbonización. 

Este tira y afloja entre oferta y demanda en los mercados energéticos mundiales es en cierto modo consecuencia de horizontes temporales contrapuestos. Una política energética sólida requiere una estrategia a largo plazo, desvinculada de los ciclos políticos de 3 a 5 años que experimenta gran parte de Occidente. Los mensajes políticos contradictorios dificultan la planificación y los impuestos imprevistos sobre los beneficios podrían disuadir de invertir a largo plazo en un sector que ya ha reducido considerablemente sus inversiones en los últimos años

Para los inversores en renta variable, la energía tiene un claro valor, aunque hay que sopesarlo con el riesgo político, es decir, los impuestos extraordinarios. Las fuentes de energía limpia seguirán siendo cada vez más competitivas en términos de costes el año que viene, y esperamos más oportunidades en este sector a medida que se disipen los problemas de la cadena de suministro y el aumento de los precios de la energía fomente una mayor adopción.

Mitch Reznick, director de renta fija sostenible 

Desde principios de 2019 hasta finales de octubre de 2022, las empresas no financieras emitieron unos 730.000 millones de dólares en bonos verdes y de sostenibilidad. Respecto al volumen, el 6% de esa emisión corresponde exclusivamente al sector de la energía, y, aunque no parece una cifra relevante, hay una tendencia subyacente a destacar. 

Es posible pensar que todos o casi todos los bonos de sostenibilidad en el ámbito energético fueron emitidos por empresas especializadas en energías renovables. Ese fue el caso en los primeros años de este periodo de tiempo. En 2019 y 2020, menos del 10% de los emisores de bonos etiquetados en el sector de la energía procedían de subsectores no renovables, como refino o petróleo integrado. Sin embargo, en 2021, casi el 50% del volumen de emisión en el sector de la energía procedía de subsectores no renovables como las operaciones de carbón, oleoductos y exploración y producción. Esta tendencia se mantuvo en 2022, cuando los bonos verdes y de sostenibilidad no renovables alcanzaron alrededor del 62% del volumen del sector energético. ¿Cómo es posible este incremento de la composición de empresas no renovables del sector durante este periodo de tiempo?

En el periodo previo a la COP26, en otoño de 2021, la exuberancia mundial por la descarbonización se extendió a los mercados de capitales. Una muestra de ello es el aumento de empresas que integraron en sus objetivos un proceso de descarbonización aprobado por la Iniciativa de Objetivos Científicos. Las empresas querían señalar a los mercados que se tomaban en serio la reducción de sus huellas de carbono y, por ello, los emisores necesitaban financiar estos objetivos. De esta manera, se emitieron con facilidad bonos etiquetados en un mercado deseoso de invertir en un cambio positivo. Mineras del carbón, oleoductos y empresas de exploración y producción se subieron a esa ola y vendieron bonos verdes y de sostenibilidad. Por supuesto, el "greenium" observado en la oferta también resultó atractivo.

No tenemos motivos para esperar que esta tendencia no continúe en 2023. Es posible que escuchemos el argumento de que la financiación de la sostenibilidad es un catalizador hacia pastos más verdes en el futuro para un emisor de energía. Sin embargo, a menos que la financiación conduzca a una transición creíble o a una descarbonización material del emisor, tenemos dificultades con la financiación de la sostenibilidad de empresas que, por ejemplo, generan alrededor del 90% de sus ingresos de las operaciones del carbón. Las financiaciones sostenibles en el ámbito de las energías no renovables tienen un gran potencial, pero sugerimos leer la letra grande de la etiqueta. 

Perry Noble, director de infraestructuras 

Los precios mundiales de la energía han experimentado un periodo de extrema volatilidad tras la invasión rusa de Ucrania. La invasión puso de manifiesto la dependencia europea de las materias primas rusas, lo que llevó a la UE y al Reino Unido a centrarse de nuevo en la seguridad del suministro. Los elevados precios de la energía están contribuyendo a una inflación generalizada que aumenta el coste de la vida. La asequibilidad es un reto importante para muchos hogares. 

En respuesta, las ambiciones de los gobiernos a nivel mundial para aumentar la resistencia y reducir la dependencia de la energía importada han aumentado notablemente. Fundamentalmente, esto debería ser un avance positivo para alcanzar el Net Zero. La creación de un sistema energético con bajas emisiones de carbono, la instalación de nueva capacidad de energía eólica y solar, la electrificación del transporte, el aumento de la producción de hidrógeno azul y verde y la utilización de proyectos de captura, uso y almacenamiento de carbono (CCUS, por sus siglas en inglés), también refuerza la seguridad del suministro y contribuye a reducir la dependencia de los volátiles precios de las materias primas. Esto, unido a la necesidad de infraestructuras para gestionar el impacto en el sistema de una proporción cada vez mayor de generación de energía renovable intermitente, debería ampliar el mercado potencialmente invertible para el capital privado. 

Vemos que esta tendencia continuará a lo largo de 2023 y la próxima década, a medida que los requisitos de los mercados y los gobiernos, impulsados por la tarificación del carbono y unos compromisos climáticos más ambiciosos, aceleren el camino hacia la descarbonización. Para 2050, será necesaria la adopción generalizada de tecnologías que aún no están en el mercado, así como un despliegue adicional significativo de tecnologías probadas, para alcanzar las ambiciones de Net Zero. Deben realizarse grandes esfuerzos de innovación a corto plazo para introducir estas nuevas tecnologías en el mercado a tiempo para cumplir el plazo de 2050. 


Sin embargo, existe el riesgo de que la toma de decisiones precipitadas y a corto plazo, destinadas a apoyar a los hogares y las empresas durante un período de altos precios de la energía, disuada al capital privado de asumir los compromisos de inversión a largo plazo necesarios para apoyar la transición a Net ZeroLos inversores responden positivamente a los modelos de precios cuidadosamente estudiados y diseñados para promover nuevas tecnologías esenciales en las que pueden confiar. En cambio, reaccionan negativamente ante la incertidumbre política. Para las perspectivas de los mercados energéticos de todo el mundo será fundamental encontrar una vía que permita afrontar con éxito los retos a corto plazo que plantea el actual entorno macroeconómico, evitando al mismo tiempo poner en peligro lo que se necesita a largo plazo para combatir la emergencia climática. 

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